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21 de enero 2009 - El primer caso que Dujo trató con ondas de choque, en 2005, fue una fractura de radio sin diagnosticar. Tres meses después de la fractura, el hueso seguía sin soldar, así que en lugar de intervenir se optó por este tratamiento. En dos sesiones, el hueso estaba soldado. Desde entonces y tras los buenos resultados, ha ido documentando sus casos hasta diciembre de 2008. Sin embargo, asegura que “esto no es una panacea, hay que considerarlo como un complemento a la cirugía traumatológica”.

El funcionamiento de las ondas de choque es el siguiente: a través de una membrana que se coloca sobre la piel, protegida por una película de plástico por razones higiénicas, la máquina produce un movimiento que se transmite a través del cuerpo hasta llegar a la zona afectada. Para facilitar la transmisión de la onda, se aplica un gel conductor y mediante un ecógrafo o un fluorescan, se localiza el punto exacto hacia el cual dirigir la onda.

Las ondas de choque se utilizan desde 1972, pero es a partir de 1989 cuando se comienzan a usar en tratamientos traumatológicos. Existen dos tipos de máquinas: las neumáticas, para tratar zonas blandas, y las electromagnéticas de alta energía que, según la intensidad a la que se utilicen, pueden utilizarse en zonas blandas o duras para tratar tendinitis, inflamaciones, espasticidad, dolor, calcificaciones, pseudoartrosis e incluso falta de unión en los huesos .

Lesiones y éxito.
El estudio de Dujo incluyó a 377 pacientes con diferentes tipos de estas lesiones y en diversas partes del cuerpo, de los cuales 310 (un 82,22 por ciento) se curaron y tan solo 67 (un 17,77 por ciento) fracasaron.

Pero, ¿cómo actúan las ondas de choque en estas lesiones? Dujo explica que en el tratamiento de las tendinitis, las ondas “destruyen el tejido del tendón desgastado, reduciendo así la inflamación y estimulando el crecimiento de tejido nuevo”. Si las lesiones a tratar son fracturas que no se terminan de soldar, las ondas provocan microfisuras en el hueso para reactivar el callo óseo y consigue la consolidación de la rotura. Estas ondas disuelven también las calcificaciones, produciendo una oquedad en la misma hasta que desaparece, siendo recomendable aplicarlas antes de una artroscopia. “La artroscopia mueve o elimina en parte la calcificación para que el tendón pueda pasar, comiendo parte del hueso; pero las ondas las eliminan completamente”. Sin embargo, ésto también puede suponer un problema, sobre todo cuando los huesos no están unidos del todo, llegando a producir cavitación. “En estos casos de fracaso de la terapia, que se dan con mayor frecuencia en el húmero, hay que volver a intervenir quirúrgicamente, haciendo un aporte de hueso, poniendo un nuevo material de injerto óseo o factores de crecimiento obtenidos de la propia sangre del paciente”. Los resultados del estudio muestran que hay muy poco porcentaje de estos casos y que se suelen producir en cuadros muy extremos.

El número de sesiones y la intensidad de las mismas dependió del tipo y la antigüedad de la lesión, aunque Dujo afirma que lo normal suelen ser de cuatro a ocho sesiones para estos casos, que se aplican una vez al mes, si es necesaria anestesia, o una a la semana si no lo es. “En zonas con más masa muscular se tolera mejor la onda que en zonas más cercanas al hueso, donde se requiere anestesia”.

Este tratamiento, que puede aplicarse a cualquier paciente excepto si tienen problemas dermatológicos, tumores o están embarazadas, supone un método no invasivo, sin complicaciones nerviosas, vasculares o infecciosas (los únicos efectos secundarios pueden ser inflamación o hematomas) y con una mayor comodidad para el paciente, ya que reduce su incapacidad, y la optimización de las instalaciones y el coste hospitalario.

Acceda al estudio:

http://www.diariomedico.com/multimedia/ondas_choque/index.html


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