ARTÍCULO TÉCNICO

En busca del Amianto

Con motivo de la celebración del Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo, se publicó un artículo en el periódico El Ideal de Antonio José Millán Villanueva, director de la Cátedra de Prevención de Riesgos Fundación AXA y premio extraordinario a la trayectoria profesional 2020 de los premios Escolástico Zaldívar de Fraternidad-Muprespa.

El artículo, que recogemos aquí íntegro en nuestro boletín, resume un trabajo más extenso del autor en el que se comparaban las fotos aéreas de España por parte de los norteamericanos en los años 60 y las posteriores llevadas a cabo por el gobierno español, de cuyo contraste aparecían las zonas en que se construyó con amianto, además de un catálogo vintage de la empresa Uralita, en el que analizaban los materiales con amianto de la época.

"EN BUSCA DEL AMIANTO"

Este mes de abril acaba de publicarse la nueva Ley de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular, que obliga a todos los ayuntamientos del país a llevar a cabo antes del 10 de marzo de 2023 un censo de las instalaciones que contengan amianto, así como un calendario de retirada. Aunque la utilización y comercialización del amianto se prohibió en España en 2002, la manipulación del ya existente conlleva un elevado riesgo y su retirada ha de llevarse a cabo por empresas especializadas.

El amianto o “asbesto” como lo denominan los anglosajones por su variedad más peligrosa, la “crocidolita”, conocida también como “amianto azul”, está presente en más de 3000 productos dadas sus propiedades aislantes: baldosas, telas asfálticas, falsos techos, tostadoras, termos, hornos, aislamiento de barcos y trenes, etcétera. Quizás el sector popular donde más alarma genera es en el de la construcción debido a su presencia en el fibrocemento, largamente empleado en cubiertas y tuberías; advertir, no obstante, que hoy las placas de uralita se fabrican sin peligro con fibra de vidrio y se distinguen leyendo en ellas la inscripción NT (Nueva Tecnología).

Pero si rompemos chapas de uralita fabricadas con amianto, estas liberan y suspenden en el aire microfibras “duras y rígidas, parecidas al cristal hilado” como las describe la RAE, que al inhalarlas pueden depositarse en nuestros pulmones, produciendo efectos tóxicos e incluso cáncer. La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) viene alertando de que en España, si no se toman medidas pronto, antes del año 2050 fallecerán a causa del amianto unas 130.000 personas, y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) por su parte, estima que por esta causa mueren cada año 100.000 personas en el mundo.

A la invisibilidad de estas microfibras y el desconocimiento generalizado de su presencia por parte de la población, sea en el trabajo o en reformas del hogar, se une la dificultad extrema de detectar a tiempo las enfermedades que provocan, pues su periodo de incubación oscila entre los 20 a 50 años, de ahí tantas reclamaciones de enfermedad profesional por amianto ante los Tribunales de Justicia, unas detectadas tardíamente otras difíciles de demostrar. Por citar sólo una conocida, la viuda del presentador de televisión José María Iñigo aún litiga porque se reconozca que su marido fue víctima de un mesotelioma maligno pleural que en 2018 le sesgó la vida al haber contraído la enfermedad por microfibras desprendidas del techo de los estudios televisivos en que trabajó.

Me viene al recuerdo una frase que leí del profesor Menéndez Navarro de la Universidad de Granada, experto en amianto, en un trabajo pionero hace años, decía: Una vez alcanzada la “certeza científica”, la solución vendría de la mano de la difusión de dicha información a la población expuesta, del control técnico y la regulación de la exposición y de las eventuales compensaciones a los afectados.

Y es que una cosa es conocer el camino y otra andarlo. Ojalá esta nueva ley sea decisiva y lo recorra, porque cada acción que no hagamos frente al amianto, la hará él contra nosotros.